Invertir debería ser un derecho, no un privilegio
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La libertad de invertir: por qué todos los países deberían democratizar las inversiones
Uno de los aspectos que más valoro del capitalismo es la libertad de invertir. Si bien el sistema tiene sus puntos débiles y genera desigualdades, también ofrece una herramienta poderosa para progresar: la posibilidad de hacer crecer nuestro dinero a través de la inversión.
En mi país, sin embargo, la bolsa de valores es poco líquida, con pocas empresas y un acceso muy limitado. Para invertir, hay que acudir a algunos brokers que exigen montos mínimos demasiado altos.
Recuerdo que cuando comencé a interesarme en el mundo de las inversiones, ni siquiera podía participar en el mercado nacional. Los requisitos eran tan altos que solo una pequeña élite podía invertir.
Esto contrasta enormemente con lo que ocurre en los mercados de Estados Unidos. Allí, casi cualquier persona puede invertir desde cualquier parte del mundo, incluso con montos muy bajos. Algunos brokers permiten comprar fracciones de acciones, lo que abre la puerta a quienes están comenzando o no tienen grandes sumas de dinero.
Este simple detalle democratiza el acceso al mercado bursátil y da esperanza a millones de personas.
Además, existen acciones de empresas sólidas y rentables a precios accesibles, lo que amplía aún más las oportunidades. Esto permite que personas con poco capital empiecen a construir su futuro financiero de manera realista.
Por eso creo firmemente que todos los países deberían facilitar y promover la inversión para sus ciudadanos. Dar acceso a los mercados de capitales no solo es una cuestión económica, sino también una forma de empoderar a las personas.
Si la educación financiera ya es escasa, y además se limita el acceso a la inversión, se está restringiendo aún más la posibilidad de que las personas mejoren su situación económica con el tiempo.
Recuerdo que cuando tenía 18 años y fui a informarme sobre cómo invertir en la bolsa de mi país, me pidieron un monto mínimo de $500,000.
En aquel momento, recién comenzando mi carrera profesional, aquello era simplemente imposible. Esa barrera de entrada deja fuera a la mayoría de la población, condenando su dinero a perder valor por la inflación o al simple consumo por falta de alternativas.
Por eso defiendo la idea de que el modelo de capitales abierto y accesible no solo beneficia a los ricos, sino que puede ser una verdadera herramienta de desarrollo social.
Las personas con millones de dólares ya tienen acceso a inversiones privadas, asesorías, y productos financieros sofisticados. Pero quienes no tienen ese nivel de recursos necesitan mecanismos que los integren al sistema, no que los excluyan.
Incluso hoy, la inversión privada sigue siendo un terreno difícil de alcanzar. Hace poco contacté a una empresa que buscaba inversionistas, pero los montos mínimos eran inalcanzables para la mayoría.
Por fortuna, están surgiendo nuevas alternativas, como la tokenización de bienes raíces, que permite invertir en proyectos inmobiliarios con montos pequeños. Este tipo de innovación es un paso en la dirección correcta.
En mi opinión, permitir inversiones pequeñas y accesibles en los mercados bursátiles es una forma real de democratizar las oportunidades económicas.
No se trata solo de ganar dinero, sino de abrir puertas hacia la independencia financiera y el progreso personal.